Azul, verde, ocre, carmesí… me faltan calificativos para
explicar las tonalidades y la intensidad de los colores que reflejan las aguas
de las lagunas de Neila.
Sentarse en lo alto del circo y contemplar bajo tus pies dos, tres o cuatro lagunas a la vez; levantar la vista hacia el horizonte y abarcar con la mirada decenas de kilómetros a dos mil metros de altura, sin una sola huella del mundo civilizado… Todo ello consigue transmitir a cualquiera que llegue hasta allí, incluso al más insensible de los visitantes, una sensación mágica de paz y serenidad, única y difícilmente repetible.
Cada una es diferente y todas ellas son preciosas, formando un conjunto realmente espectacular, por su variedad y su singularidad.
El entorno, el paisaje, los circos glaciares, los lagos por supuesto, la suma de todo ello convierte un día en las lagunas de Neila en una excursión inolvidable.