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martes, 8 de marzo de 2016

La destrucción de Medina Azahara. 4 noviembre 1010

En estos días en los que se intenta conseguir que el yacimiento de Medina Azahara, a 8 km. de Córdoba, sea reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es importante recordar cómo se produjo la destrucción de la ciudad más hermosa de la historia de al Andalus.
El texto relata lo acaecido aquel aciago día. 


El Salón Rico, parcialmente reconstruido

4 de noviembre de 1010
Conforme iba caminando, notó que algo era diferente aquella mañana. Se cruzaba con gente con rostros alterados, que entraban apresuradamente en las viviendas. Algunos carros ocupados por familias enteras se dirigían a toda prisa a las salidas de la ciudad.
En la plaza del zoco de verduras, los pocos tenderetes que se habían instalado, estaban siendo retirados rápidamente y se notaba a los comerciantes muy asustados. A lo lejos se oían cascos de caballos galopando sobre el empedrado de las calles.

Vista general de Medina Azahara.
Al fondo el Gran Pórtico de entrada a la ciudad
De repente comprobó que el cielo se había oscurecido. Miró por encima de los tejados de las casas pensando que se avecinaba una tormenta. No eran nubes lo que cubría el sol, sino un humo denso y negro que se alzaba desde multitud de columnas que provenían de los edificios administrativos de la ciudad ¡Un incendio!

La Casa de la Alberca. 
Tradicionalmente se viene asignando a la vivienda del príncipe Alhakem II, sucesor de su padre Abderramán III. Se pueden apreciar tres arcos de herradura con alfiz sobre columnas.

Llegó a la mezquita  y al pasar por el patio de entrada junto a la fuente de las abluciones vio que la gente abandonaba la escuela corriendo en todas direcciones. Hasta ese momento no se había sentido preocupada, pero empezó a embargarle una profunda sensación de angustia.
-¿Qué está ocurriendo?- preguntó con ansiedad.
-¿Aún no te has enterado? Los bereberes están incendiando la ciudad ¡Huye antes de que sea demasiado tarde!
¡No podía ser! Tenía que tratarse de un mal sueño. Todo el mundo sabía que los bereberes buscaban hacerse con el poder y derrocar a Hixem II. Pero el recientemente repuesto califa no estaba allí, se encontraba a buen resguardo tras los muros del alcázar de Córdoba, ¿qué sentido tenía esto? En Medina Azahara no había nada, se suponía que aquí estaban a salvo ¡tenía que ser un error! Miró a su alrededor para buscar ayuda, pero nadie le prestaba atención.

Vista general de Medina Azahara
De nada les había servido haber conseguido huir de Córdoba y refugiarse en la ciudad palaciega. De repente  Medina Azahara se había convertido en una trampa mortal.
El general Zawi, al mando del ejército bereber, había puesto sitio a Córdoba inmediatamente después de la marcha de los negociadores cristianos, pero ya estaban en noviembre y aún no habían conseguido romper sus defensas. 
Impotentes tras un mes y medio de largo y penoso asedio a la capital del califato, aquel día, de un modo totalmente imprevisto, habían vuelto su mirada hacia Medina Azahara con la furia de un depredador ansioso de acabar con su presa. 
El ejército bereber necesitaba una conquista y si no podían conquistar Córdoba les bastaba la palaciega Azahara.
Los asaltantes sabían de antemano que en su interior sólo había familias de pacíficos ciudadanos sin apenas hombres armados que los defendieran. Nada les iba a detener. Buscaban un botín: saquearían los palacios y las magníficas residencias de la ciudad creada por Abderramán III.

El Gran Pórtico de entrada a Medina Azahara es uno de los lados de una plaza por la que se accedía al núcleo del alcázar, donde se encontraban las estancias más nobles de uso político-ceremonial.
La escasa guardia apostada en las murallas cerró de inmediato las puertas de la ciudad cuando fue avisada de la proximidad del ejército de Suleimán. Sin embargo poca fue la resistencia que unos centenares de soldados pudieron ofrecer ante los miles de mercenarios embravecidos que querían arrasar la ciudad a toda costa.
El general Zawi les dejó hacer. Al fin y al cabo hay que dar rienda suelta a los hombres para que se desfoguen de vez en cuando. Bien se merecían una remuneración por sus servicios. 
Las órdenes fueron sencillas. “Coged cuanto deseéis. En Medina Azahara encontraréis vuestra soldada”.

Capitel de estilo califal
Las terribles escenas que se sucedieron ante sus ojos aquella terrible mañana en Medina Azahara, quedaron grabadas en su memoria para siempre. Miles de bereberes blandiendo sus alfanjes. Túnicas negras,  turbantes negros. El oscuro rostro de los soldados confundiéndose con sus negros trajes, convirtiendo a los hombres en siniestros espectros a plena luz del día. Espectros de muerte que sembraban dolor y destrucción por donde pasaban. La población huía atropelladamente por las incendiadas puertas de la ciudad. 

La llamada Casa Militar

Los soldados africanos no encontraban resistencia, la pequeña guarnición encargada de la defensa de la ciudad se había replegado, refugiándose en el palacio. Poco después del inicio el ataque, ya no quedaba nadie que defendiera a los habitantes. La ciudad entera se encontraba a merced del ejército negro.
Los bereberes se concentraron en la zona alta de la ciudad palaciega, algunos de sus moradores tuvieron tiempo de escapar, pero otros muchos se vieron atrapados en sus propias mansiones donde encontraron la muerte salvajemente asesinados.

La Casa de Yafar Se trata de la vivienda del primer ministro o hayib. 
La fachada principal del palacio está comunicada con el exterior mediante tres grandes arcos de herradura rodeados por alfiz.

Lo que estaba ocurriendo en Medina Azahara iba más allá de un cruel saqueo, se estaba produciendo la total destrucción de la ciudad.
En la calle principal, el fuego se había extendido con tal rapidez que todas las casas estaban ardiendo. Las llamas se alzaban a decenas de metros de altura. 
La virulencia del fuego era tal que a pesar del poco tiempo transcurrido desde el inicio del fuego, algunos edificios estaban ya derrumbándose sobre sus propios cimientos.
Creyó oír los gritos de gente atrapada dentro de una de las casas. Pero nada podía hacer para ayudarles.

Atauriques con motivos vegetales en el Salón Rico

Oculta tras un muro oyó a un capitán del ejército asaltante preguntar qué era lo que quedaba aún en pie en la ciudad.
-Todo está bajo control. El palacio del califa ha sido tomado y está consumiéndose, ¡lástima que no hubiera estado él dentro! Sólo queda la biblioteca de Alhakem II, algunos soldados de la guardia real se han refugiado en ella y se está librando una encarnizada lucha en su interior.
La ciudad había caído. Vio cómo soldados bereberes salían de la ciudad cargados con fardos repletos de todo tipo de objetos, algunos incluso trasladaban su botín en carros; se veían muebles, baúles, lámparas, ropas, todo lo imaginable. En sus rostros se apreciaba una expresión de auténtica satisfacción

El llamado Salón Rico formaba una unidad con los jardines aledaños y era el corazón palaciego de la ciudad. Fue construido entre el año 953 y 957 como sala de recepciones y de celebración de las principales fiestas religiosas. 


Estaba a punto de anochecer cuando logró llegar al palacio de Abderramán III. El magnífico edificio era ya un montón de ruinas,  sólo quedaban en pie los arcos de entrada rodeados por una gigantesca montaña de escombros.


El Salón Rico es un espacio rectangular dividido en tres galerías mediante grandes arcos de herradura califales sobre columnas, precedido de un pórtico de ingreso. Las dovelas mantienen la colorista alternancia blanca y roja del la arquitectura emiral y califal

La misma suerte había corrido el pabellón dorado de Alhakem. Aún recordaba la impresión que le había causado la primera vez que lo vio, el brillo de sus tejas bañadas en oro cubriendo el espléndido estanque de mercurio, símbolo de la riqueza y el esplendor de la ciudad. 
En aquel momento, soldados perturbados arrancaban aquellas tejas, ebrios de riqueza, empujándose unos a otros en su afán por obtener un mayor botín.

Las paredes y enjutas de los arcos se encuentran tallados con ataurique, simbolizando el Árbol de la Vida.

Sentía un nudo en la garganta, incapaz de soportar por más tiempo tanta crueldad y tanto ensañamiento, se alejó impotente de aquel lugar que hasta esa misma mañana había sido el orgullo de al Andalus y el símbolo del esplendor del califato omeya. 
En un solo día Medina Azahara había quedado arrasada por completo convirtiéndose en la gran víctima de la guerra civil que se había iniciado poco tiempo atrás.  
La ciudad palaciega más rica jamás construida había desaparecido y era sólo un montón de ruinas. 
El sueño de Abderramán III apenas había permanecido en pie 75 años. 

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