En estos días en los que se intenta conseguir que el yacimiento de Medina Azahara, a 8 km. de Córdoba, sea reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es importante recordar cómo se produjo la destrucción de la ciudad más hermosa de la historia de al Andalus.
El texto relata lo acaecido aquel aciago día.
El Salón Rico, parcialmente reconstruido |
4 de noviembre de 1010
Conforme iba caminando, notó que algo era diferente
aquella mañana. Se cruzaba con gente con rostros alterados, que entraban apresuradamente en las viviendas. Algunos carros ocupados por familias enteras se dirigían a toda prisa a las salidas de la ciudad.
En la plaza
del zoco de verduras, los pocos tenderetes que se habían instalado, estaban
siendo retirados rápidamente y se notaba a los comerciantes muy asustados. A lo lejos se
oían cascos de caballos galopando
sobre el empedrado de las calles.
De repente comprobó que el cielo se había oscurecido. Miró por encima de los tejados de las casas pensando que
se avecinaba una tormenta. No eran nubes lo que cubría el sol, sino un
humo denso y negro que se alzaba desde multitud de columnas que provenían de
los edificios administrativos de la ciudad ¡Un
incendio!
Llegó a la
mezquita y al pasar por el patio de
entrada junto a la fuente de las abluciones vio que la gente abandonaba la escuela corriendo en todas direcciones. Hasta ese momento no se había sentido preocupada,
pero empezó a embargarle una profunda sensación de angustia.
-¿Qué está
ocurriendo?- preguntó con ansiedad.
-¿Aún no te
has enterado? Los bereberes están incendiando la ciudad ¡Huye antes de que sea demasiado tarde!
¡No podía
ser! Tenía que tratarse de un mal sueño. Todo el mundo sabía que los bereberes buscaban hacerse con el
poder y derrocar a Hixem II. Pero el recientemente repuesto califa no estaba
allí, se encontraba a buen resguardo tras los muros del
alcázar de Córdoba, ¿qué sentido tenía esto? En Medina Azahara no había nada,
se suponía que aquí estaban a salvo ¡tenía que ser un
error! Miró a su alrededor para buscar ayuda, pero nadie le prestaba atención.
De nada les había servido haber conseguido huir de Córdoba y refugiarse en la ciudad palaciega. De repente Medina Azahara se había convertido en una trampa mortal.
El general Zawi, al mando del ejército bereber, había puesto sitio a Córdoba inmediatamente después de la marcha de los negociadores cristianos, pero ya estaban en noviembre y aún no habían conseguido romper sus defensas.
Impotentes tras un mes y medio de largo y penoso asedio a la capital del califato, aquel día, de un modo totalmente imprevisto, habían vuelto su mirada hacia Medina
Azahara con la furia de un depredador ansioso de acabar con su presa.
El ejército bereber necesitaba una conquista y si no podían conquistar Córdoba les bastaba la palaciega Azahara.
Los asaltantes sabían de
antemano que en su interior sólo había familias de pacíficos ciudadanos sin
apenas hombres armados que los defendieran. Nada les iba a detener. Buscaban un botín: saquearían los palacios y las magníficas residencias de la ciudad
creada por Abderramán III.
El Gran Pórtico de entrada a Medina Azahara es uno de los lados de una plaza por la que se accedía al núcleo del alcázar, donde se encontraban las estancias más nobles de uso político-ceremonial.
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La escasa guardia apostada en las murallas cerró de inmediato las puertas de la ciudad cuando fue avisada de la proximidad del ejército de Suleimán. Sin embargo poca fue
la resistencia que unos centenares de soldados pudieron ofrecer ante los miles de
mercenarios embravecidos que querían arrasar la ciudad a toda costa.
El general Zawi les dejó hacer. Al fin y al cabo hay
que dar rienda suelta a los hombres para que se desfoguen de vez en cuando. Bien se merecían una remuneración por sus servicios.
Las órdenes fueron sencillas. “Coged cuanto deseéis. En Medina Azahara encontraréis vuestra soldada”.
Las órdenes fueron sencillas. “Coged cuanto deseéis. En Medina Azahara encontraréis vuestra soldada”.
Las terribles escenas que se sucedieron ante sus ojos aquella terrible mañana en Medina Azahara, quedaron grabadas en su memoria para siempre. Miles de bereberes blandiendo sus alfanjes. Túnicas negras, turbantes negros. El oscuro rostro de los soldados confundiéndose con sus negros trajes, convirtiendo a los hombres en siniestros espectros a plena luz del día. Espectros de
muerte que sembraban dolor y destrucción por donde pasaban. La población huía
atropelladamente por las incendiadas puertas de la ciudad.
Los soldados africanos no encontraban resistencia, la pequeña guarnición encargada de la defensa de la ciudad se había replegado, refugiándose en el palacio. Poco después del inicio el ataque, ya no quedaba nadie que defendiera a los habitantes. La ciudad entera se encontraba a merced del ejército negro.
Los
bereberes se concentraron en la zona alta de la ciudad palaciega, algunos de sus moradores
tuvieron tiempo de escapar, pero otros muchos se vieron atrapados en sus
propias mansiones donde encontraron la muerte salvajemente asesinados.
La Casa de Yafar Se trata de la vivienda del primer ministro o hayib.
La fachada principal del palacio está comunicada con el exterior mediante tres grandes arcos de herradura rodeados por alfiz.
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Lo que estaba ocurriendo en Medina Azahara iba más allá de un cruel saqueo, se estaba produciendo la total destrucción de la ciudad.
En la calle principal, el fuego se había extendido con tal rapidez que todas las casas estaban ardiendo.
Las llamas se alzaban a decenas de metros de altura.
La virulencia del fuego era tal que a pesar del poco tiempo transcurrido desde el inicio del fuego, algunos edificios estaban ya derrumbándose sobre sus propios cimientos.
Creyó oír los gritos de gente atrapada dentro de una de las casas. Pero nada podía hacer para ayudarles.
La virulencia del fuego era tal que a pesar del poco tiempo transcurrido desde el inicio del fuego, algunos edificios estaban ya derrumbándose sobre sus propios cimientos.
Creyó oír los gritos de gente atrapada dentro de una de las casas. Pero nada podía hacer para ayudarles.
Oculta tras un muro oyó a un capitán del ejército asaltante preguntar qué era lo que quedaba aún en pie en la ciudad.
-Todo está
bajo control. El palacio del califa ha sido tomado y está consumiéndose,
¡lástima que no hubiera estado él dentro! Sólo queda la biblioteca de Alhakem
II, algunos soldados de la guardia real se han refugiado en ella y se está
librando una encarnizada lucha en su interior.
La ciudad había caído. Vio cómo soldados bereberes salían de la ciudad cargados con fardos repletos de todo tipo de objetos, algunos incluso trasladaban su botín en carros; se veían muebles, baúles, lámparas, ropas, todo lo imaginable. En sus rostros se apreciaba una expresión de auténtica satisfacción
Estaba a punto de anochecer cuando logró llegar al palacio
de Abderramán III. El magnífico edificio era ya un montón de ruinas,
sólo quedaban en pie los arcos de entrada rodeados por una
gigantesca montaña de escombros.
La misma suerte había corrido el pabellón dorado de Alhakem. Aún recordaba la impresión que le había causado la primera vez que lo vio, el brillo de sus tejas bañadas en oro cubriendo el espléndido estanque de mercurio, símbolo de la riqueza y el esplendor de la ciudad.
En aquel momento, soldados perturbados arrancaban aquellas tejas, ebrios de riqueza, empujándose unos a otros en su afán por obtener un mayor botín.
Las paredes y enjutas de los arcos se encuentran tallados con ataurique, simbolizando el Árbol de la Vida. |
Sentía un nudo en la garganta, incapaz de soportar por más tiempo tanta crueldad y tanto ensañamiento, se alejó impotente de aquel lugar que hasta esa misma mañana había sido el orgullo de al Andalus y el símbolo del esplendor del califato omeya.
En un solo día Medina Azahara había quedado arrasada por completo convirtiéndose en la gran víctima de la guerra civil que se había iniciado poco tiempo atrás.
La ciudad palaciega más rica jamás construida había desaparecido y era sólo un montón de ruinas.
El sueño de Abderramán III apenas había permanecido en pie 75 años.
El sueño de Abderramán III apenas había permanecido en pie 75 años.
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